Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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Legislatura: 1871-1872 (Cortes de 1871 a 1872)
Sesión: 20 de mayo de 1871
Cámara: Congreso de los Diputados
Discurso / Réplica: Réplica al Sr. Sánchez Ruano
Número y páginas del Diario de Sesiones 40, 987, 988
Tema: Suspensión de las elecciones de los ayuntamientos

El Sr. Ministro de la GOBERNACIÓN (Sagasta): Yo no he hecho un cargo a S. S. porque estuviese solo; si yo he dicho que S. S. estaba solo, ha sido porque su señoría ha empezado por hacer esa declaración; ha dicho que hablaba por su propia cuenta, que no estaba con nadie, y que de la misma manera que reprobaba la coalición de las oposiciones, reprobaba la coalición del Gobierno, y por cierto que S. S. nos ofreció atacar muy duramente esta última y no lo ha hecho hasta ahora; de manera que si esa era una idea que S. S. me ha dado, no es una situación que yo le doy a S. S. Además, S. S. nos ha dicho que los que creen que están a su lado se llevan muchas veces chasco, y no es, por cierto, el Gobierno quien se lo lleva, sino los que se sientan en los bancos de enfrente.

Su señoría, esforzando mi argumento de que si las elecciones se hubieran hecho en malas condiciones se hubieran retraído de la lucha las personas sensatas, prudentes, tímidas, etc., etc., y hubieran dejado el campo abandonado a los perturbadores, a los que viven de los desórdenes, etc. etc. ; viene a decir ahora, viene a suponer, llevando el argumento más allá, que eso mismo habrá pasado en las elecciones de Diputados a Cortes. No; porque la pasión política, ¡qué digo la pasión! la indignación pública a que han dado lugar las elecciones de Diputados a Cortes después de hechas, consiste principalmente en la coalición de elementos tan heterogéneos; ha excitado naturalmente al partido liberal, porque el partido liberal, que creía eran liberales exagerados, quizá, extraviados, pero al fin liberales, los que se llamaban republicanos, se ha excitado, se ha indignado contra ellos al verlos hacer pacto común con los que tenía siempre por reaccionarios.

De manera, que el argumento de S. S., llevado a la exageración, como todos los argumentos llevados a la exageración, no tiene fuerza alguna; aparte de que la lucha en las elecciones de Diputados a Cortes no lleva el encono, no lleva la pasión que llevan a las elecciones municipales las cuestiones de localidad; pues a veces en las elecciones de Diputados y Senadores no conocen los electores al candidato por quien votan.

Su señoría supone que el Gobierno es el que ha hecho los carlistas y el que ha hecho la demagogia. Yo le voy a decir a S. S. quién ha hecho los carlistas. Los carlistas estaban en su casa como debían estarlo; porque una de dos: o aceptan la legalidad existente, o no vienen aquí. Si no aceptan la legalidad existente, hacen lo que han hecho hasta aquí y se retiran a sus tiendas, esperando a mejores tiempos; pero los republicanos que proclaman la soberanía nacional sin perjuicio de volverse contra ella sino satisfacen sus deseos, al ver que les había sido hostil, dijeron: o nuestras ideas o el diluvio; y han sacado de sus tiendas a los carlistas cuando ellos no pretendían ni esperaban salir. Esto es tan cierto, que hablando yo una vez al principio de las elecciones con un carlista importante que ha venido haciendo un gran papel en ese partido, le decía yo:" pero, hombre, ¿cómo Vds. que no aceptan la legalidad, cómo Vds. que rechazan las cuestiones electorales, el sufragio universal, y todo lo que las Cortes Constituyentes han hecho, apelan Vds. a esos comicios y a ese sufragio universal en defensa de sus ideas y de sus principios?" Y me decía este personaje: " No; nosotros no aceptamos el sufragio universal, ni la soberanía nacional, como que está condenado por el Syllabus, que es para nosotros nuestra ley fundamental; nosotros acudimos a estos comicios y venimos a luchar en un campo extraño, porque los republicanos nos han dado palabra de guardarnos las espaldas, sin lo cual no vendríamos al campo electoral." Señores, alguno de los que se ríen es precisamente el que me lo dijo.

Por consiguiente, los carlistas los habéis traído vosotros. Es verdad que los habéis traído con cuenta y razón; porque tampoco sin los carlistas hubiérais venido vosotros: sin los carlistas, no hubiérais venido la mitad de vosotros; y sin vosotros no hubieran venido las dos terceras partes de los carlistas. El Gobierno no ha tenido en esto nada que ver; los carlistas habéis venido apoyados por los republicanos, y los republicanos habéis venido apoyados por los carlistas: si el apoyo de los carlistas hubiera faltado a los republicanos, no hubieran venido la mitad de estos; y si el apoyo de los republicanos hubiera faltado a los carlistas, estaríais ahí a lo más una tercera parte de los que sois. Y esto es tan cierto, que hay muchos de vosotros que no hubiéseis venido aquí, porque os hubiera vencido un carlista si no hubiera sido por el partido liberal; porque en algunos distritos los liberales se encontraron sin saber qué elegir, si un carlista o un republicano; y entonces el partido liberal creyó que debía elegir un republicano. Pero conste que habéis venido los unos apoyados mutuamente por los otros, y que algunos de vosotros habéis venido apoyados por el partido liberal para impedir que venga un carlista. De manera que los partidos que están dentro de la legalidad, los partidos monárquico-constitucionales, que son los que deben luchar solos cuando entremos en un período normal y se comprenda la libertad....(Rumores.) como se hace en todas partes; porque aquí no hay que hacerse ilusiones: durante el período constituyente todos los principios se sacan a luz, [987] todas las ideas se discuten, todas las teorías se exponen, todas las formas de gobierno se examinan, en una palabra, todo está en tela de juicio; y los afiliados a estas ideas, a estos principios, a estos sistemas, apelan en ese período constituyente al fallo de la Nación. El fallo de la Nación es hostil naturalmente a todos los partidos menos a uno; a todas las ideas, a todas las reformas que se exponen, hablo de las ideas y de las reformas fundamentales, menos a una. Pues bien, los partidos a los cuales haya sido hostil la soberanía nacional, no tienen más que tres caminos que seguir; y esto es evidente y se hace en todas partes: o se someten a la voluntad de los más, lo cual después de haber hecho lo que ha estado en su posible para que sean sus principios los que prevalezcan, es patriótico, o no se someten; pero se resignan a la voluntad nacional retirándose de la política y esperan mejores tiempos, lo cual es también patriótico; o se sublevan contra la voluntad nacional, levantándose en armas para procurar conquistar con la razón de la fuerza lo que no han podido alcanzar con la fuerza de la razón, lo cual es criminal, lo cual es peligroso; pero por lo mismo que ofrece peligro indica algo de grande.

Pero lo que no es grande, ni digno, ni patriótico, lo que no tiene nombre, lo que no puede suceder en ninguna parte ni ha sucedido, lo que no debe por lo mismo suceder aquí, es lo que estamos presenciando, a saber: que partidos que concurren al período constituyente, que aceptan el período constituyente, que proclaman como base de su política la soberanía de la Nación, que se someten a la voluntad de la Nación, luego porque el fallo de la Nación les ha sido adverso, se rebelan contra ese fallo de la Nación; que partidos que acuden a los comicios y a las Cortes tomando su fuerza y su savia en la legalidad; se rebelan luego contra la legalidad. Por eso he dicho antes que los partidos que han concurrido a las Cortes Constituyentes y han esperado allí el fallo de la Nación, al fallo de la Nación han debido someterse: los quo no han concurrido a las Cortes Constituyentes, los que han protestado contra las Cortes Constituyentes, los que han protestado contra la legalidad establecida y no han reconocido el fallo de la Nación, deben retirarse a sus tiendas a esperar mejores tiempos. Esto es lo que se hace en todas partes, y esto es lo que no puede menos de hacerse aquí.

Por consiguiente, queda sentado que el Gobierno no ha traído los carlistas, sino que los habéis traído vosotros; y los habéis traído para que ellos os ayuden a su vez y os traigan también a vosotros.

Su señoría ha hecho un cargo que parece tiene alguna fuerza . Dice S. S.:" una de dos: o rige la ley de las Cortes Constituyentes, o rige el decreto del Gobierno provisional." Con cualquiera de los dos que rija, han debido hacerse las elecciones. Si rige el decreto del Gobierno provisional convertido después en ley, han debido hacerse las elecciones ahora; y si rige la ley de las Cortes Constituyentes, también han debido hacerse ahora las elecciones, porque había un decreto que prevenía se hicieran esas elecciones.

Pues bien, Sr. Sánchez Ruano, desde el momento en que una nueva ley se plantea, se alteran todas las consecuencias de aquella ley que se reemplaza. Así es que por el argumento de S. S. los ayuntamientos que sigan la ley antigua y por el mismo decreto del Gobierno provisional habían de durar cuatro años, resultaría que ahora no se podrían reemplazar según determina la ley nueva, porque no habían pasado todavía los cuatro años. Pues de la misma manera que este argumento no se puede hacer, porque desde el instante que se entra en una nueva ley y en un nuevo período, concluyen los períodos de la ley anterior; desde el momento que se ha dado la nueva ley de las Cortes Constituyentes, ha debido empezarse a plantear ahora y han debido tener lugar los preliminares para la elección, y entre tanto, queda en suspenso la ley anterior y no tiene fuerza ninguna la ley municipal: han empezado a plantearse los trabajos preliminares por el principio, y cuando concluyan los trabajos preliminares, entonces vendrán las elecciones de ayuntamientos con arreglo a la ley municipal.



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